PARTE II: LOS ASPECTOS ENTRE LOS PLANETAS

Se analizan en estos tres capítulos las relaciones (aspectos / aprendizajes) entre los planetas personales: Sol / Luna /Mercurio / Venus / Marte.

Comenzaremos por lo más importante, las dos luminarias, el Sol y la Luna, que representan la Luz directa y la Luz indirecta. Se merecen una mención especial. Veamos estos dos principios.

EL CEREBRO MASCULINO Y EL CEREBRO FEMENINO.

El cerebro merece la pena estudiarlo como un conjunto o unidad de consciencia. Un sistema interactuante dotado de inteligencia y sostenido en una infinidad de conexiones realizadas a través de su sistema físico, esto es, las neuronas.

Comenzaremos por lo tanto por estudiar este sistema primigenio basado en la unidad, y entenderemos el porqué de sus sucesivas divisiones. Es muy importante mantener el punto de vista de que todo parte de la unidad y de que en el origen todo es uno; así se evita perder la referencia inicial. De esta forma todo adquiere un orden y ese orden implícito se expande por el resto de subdivisiones; así se evita el reino de lo paradójico y aquellas contradicciones de difícil entendimiento.

Cuando hablamos del cerebro como una unidad, podemos entonces ya empezar a referirnos a su principal y primigenia primera división: lo masculino y lo femenino. Ello son dos palabras que conllevan los siguientes significados:

MASCULINO: acción creadora, impulso creador, actividad, inicio, decisión, coraje. La creación y la creatividad expresándose, manifestándose. Cuando la persona dispone de una intención, un impulso, un objetivo, diremos entonces que se encuentra en su versión masculina. Estará utilizando todas sus funciones masculinas, que son muchas, numerosas, variadas, multidisciplinares. La diversidad de las distintas funciones masculinas que el nativo podrá utilizar, dependerá del entorno donde se materialice esa intención y de las relaciones personales que prevea encontrar. Hay funciones masculinas de corto plazo, de medio plazo y de largo plazo.

A su vez, existen las funciones FEMENINAS, receptoras, integradoras, pacificadoras; contienen todas aquellas fuerzas, energías, propósitos, que dan continuidad a la existencia; otorgan continuidad a la fuerza o acción creadora masculina. Todas las fuerzas vivas empleadas en dar continuidad, en permitir la expansión de la idea original masculina, son consideradas por lo tanto fuerzas femeninas. Ello supone que una fuerza femenina siempre estará a disposición, en la función y la virtud de la entrega, disponible para ser utilizada en pos o en beneficio (como objetivo deberíamos decir) de esa fuerza masculina a la que se adhiere, asocia, integra.

Así, la principal virtud de una fuerza o energía femenina es que resulta el complemento perfecto de una fuerza masculina. Diremos que una fuerza femenina “se asocia con…” una fuerza masculina. Esa asociación, esa simbiosis, dará como efecto, como resultado, la materialización, la concretización, la forma, de esa energía inicial masculina.

Ejemplo: el hombre desea hacer un viaje para conocer un nuevo territorio. La mujer le entrega un zurrón con las viandas y los elementos necesarios para que el hombre pueda realizar esa función.
La energía femenina se asocia a la masculina como complemento del propósito de la primera.
Así, quedan implementadas, unidas, equilibradas ambas dos energías primigenias. La de la acción, la del impulso, y la de la receptividad, la sensibilidad y la entrega necesaria para que el propósito sea llevado a cabo, a efecto, a término.

En el hombre y en la mujer, estas dos energías se manifiestan con idénticos resultados; son dos fuerzas equilibradoras la una de la otra, pero en su esencia con el propósito común de servir a la unidad de la que partieron: la idea original. Todos los hombres y todas las mujeres gozan de energías masculinas y femeninas a la vez; están en simbiosis, en unión, en colaboración mutua; mantienen una interdependencia asociativa e interactiva. Deben de colaborar conjuntamente para elaborar proyectos, alcanzar metas, desarrollar propósitos, avanzar en la vida y en la evolución.

Cuando estas dos energías se encuentran enfrentadas, divididas, o simplemente desconocidas en sus funciones, jerarquías y simbiosis, se produce y se vive en la enfermedad, en la distorsión, en la negación, en el olvido. Se experimenta entonces una gran primera separación o distancia debido a la división de estas dos fuerzas. El nativo siente esa división como un grave defecto personal. Cuando uno mismo no es capaz de emplear sus propias fuerzas, obviamente se habrá de reconocer antes o después con su nivel correspondiente de caos, desorden, ambigüedad. La información precisa se vuelve crucial para poder equilibrar ambos polos, ambas energías, la del objetivo y la de la sumisión a ese objetivo. Debe existir una fuerza creadora, tractora; así igualmente deben de existir fuerzas parejas, semejantes en cantidad, calidad y cualidad, que acepten poner los medios y las formas necesarias para que la idea sea llevada a efecto.

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